miércoles, 16 de julio de 2008

Los tres pasos

El joven discípulo de un filósofo sabio llega a su casa y le dice:

-Maestro, un amigo estuvo hablando de ti con malevolencia...
-¡Espera! -lo interrumpe el filósofo-. ¿Pasaste por los tres pasos lo que vas a contarme?
-¿Los tres pasos? -preguntó su discípulo.
-Sí. El primero es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
-No. Lo oí comentar a unos vecinos.
-Al menos lo habrás hecho pasar por el segundo paso, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
-No, en realidad no. Al contrario...
-¡Ah, vaya! El último paso es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
-A decir verdad, no.
-Entonces... -dijo el sabio sonriendo-, si no es verdad, ni bueno ni necesario, sepultémoslo en el olvido.

Relato anónimo


martes, 15 de julio de 2008

El Caserón

El dia 28 de diciembre de 1958 salimos a tomar algo una amiga y yo. No sólo era mi amiga sino que era como mi hermana. Cuando decidimos volver a casa se nos pasó por la mente la estúpida idea de acortar atravesando el bosque y no llevábamos ni un kilometro recorrido cuando el motor se paró, tres de las ruedas reventaron y los cristales saltaron en mil pedazos hacia todas las direcciones! Todo esto fue de golpe....no habiamos chocado con nada para que aquello pasase ....y aqui comienza esta historia:

Después de andar y andar llegamos cansadas y extenuadas a una lúgubre casa abandonada y decidimos pasar alli la noche:


Para nuestra sorpresa al girar el pomo de la puerta principal de aquel caseron un pequeño hombre salió a nuestro encuentro tras escuchar el terrorrifico chirrido que la puerta habia producido:

Su aspecto nos dió un poco de miedo pero no queriamos ser descorteses con aquel hombrecillo de rostro desfigurado y poca estatura que se mostraba tan atento con nosotras, así que poco después ya estábamos dentro de nuestras habitaciones. Debido a que soy una de esas personas a las que les cuesta coger el sueño (y más en un sitio así) decidí dar una pequeña vuelta por aquel lugar:


Y fue entonces cuando tras pasar el umbral de uno de los aposentos más grandes que tenía aquella casa lo ví....

Me di la vuelta y eché a correr con el único pensamiento de coger a mi amiga y hermana y salir de aquel escalofriante lugar pero algo que había en el suelo me hizo tropezar haciendo que perdiese el equilibrio y cayese desplomada sobre el suelo


En ese momento sentí como un grupo de personas extrañas me rodeaban con sus fríos cuerpos y tiraban de mí


Intenté luchar pero mis fuerzas no eran suficientes y el temblor que recorría mi cuerpo en aquellos momentos me hacían aun más débil.... intenté agarrame a algo con todas mis fuerzas...pero allí no había nada a lo que agarrarse...


Al final me llevaron junto al que al parecer era uno de sus jefes

A partir de ahi no recuerdo nada. No sé que fue lo que me hicieron. Tengo imágenes muy confusas de lo que pasó en aquella sala. Hubo dolor, sangre, miedo, lágrimas...y un murciélago que no paraba de dar vueltas a mi alrededor

No sé que me pasó pero de forma impulsiva cogí un cuchillo y me dirigí al cuarto de mi amiga, de la que habia sido como mi hermana y...



Nunca tuvimos que haber cogido aquel atajo y menos aun habernos adentrado en aquel bosque. Siempre creimos que estando las dos juntas nada malo nos podría pasar...nos equivocamos. Ella ahora descansa...yo esa noche me convertí en uno de ellos!

domingo, 13 de julio de 2008

Mañana será otro día

Silencio. Oscuridad. Todo estaba en calma. La noche lo había envuelto todo con su fina capa de seda negra. Todos dormían. Todos soñaban. Todos excepto Darla. El teléfono móvil que sostenía parecía enorme dentro de su pequeña mano. Ni un solo toque. Ni una sola llamada. Ni un solo mensaje. Era increíble. Cuarenta y siete personas y cuarenta y siete números de teléfono que había guardados en la memoria de aquel pequeño objeto que parecía enorme dentro de su mano y ni un solo toque, ni una sola llamada, ni un solo mensaje. En verdad de esas cuarenta y siete personas sólo veintiséis eran considerados “amigos” y de esos veintiséis sólo trece sabían que lo estaba pasando mal. El móvil no sonaría en toda la noche pero Darla seguiría sujetándolo con la esperanza de que en algún momento su cuarto se iluminase con la luz de aquel pequeño objeto.

Darla ya se había puesto el pijama y llevaba un buen rato metida en la cama. Sabía que en algún momento le podría dar sueño. Esperaba que en algún momento le pudiese dar sueño. Pero mientras éste llegaba miraba fijamente la pequeña pantalla de aquel pequeño objeto esperando que ésta se iluminase en cualquier momento. Hacía un buen rato que se había puesto el pijama. Le quedaba horrible. Le estaba muy grande cuando se lo compró y ahora que había perdido siete kilos le quedaba enorme. El pantalón se le caía y las mangas eran tan anchas que con cualquier movimiento se le iban hasta el hombro. Darla seguía mirando el móvil. En cierto momento su mirada se detuvo en su muñeca. Ahí estaba. Seguía ahí. De la manga del pijama asomaba una pequeña herida que ya estaba cicatrizando. Ahí estaba. En la muñeca de su brazo izquierdo. Dos días antes Darla había intentado hacer una de las mayores tonterías que una persona desesperada puede hacer. Dos días antes Darla se había hecho con un pequeño pero afilado cutter de color naranja y se había cortado en la muñeca de su brazo izquierdo. Esto sólo lo sabían dos personas de aquellas trece personas que sabían que lo estaba pasando mal. Y ahí estaba, asomando por la manga del pijama aquel corte rojo pero poco profundo que ya estaba cicatrizando. Darla sabía que podía haber llegado hasta el final y que no lo hizo, pero no fue por miedo, sino por sus padres. Sus padres no se merecían aquello. Ya habían pasado mucho y seguían teniendo muchos problemas. Definitivamente sus padres no se merecían aquello. Ningún padre se merece eso.

Darla ya no miraba hacia el teléfono móvil. Su mirada ahora se había fijado en aquel corte que ahora estaba cicatrizando. “Cuando este corte cicatrice mi corazón también cicatrizará”- pensaba. No iba a convertirse en una suicida. Sus padres no se merecían aquello. El dormitorio estaba completamente a oscuras. Mejor así. Por el día era horrible ver cómo estaba de abandonado aquel lugar. La ropa se amontonaba en una silla y se mezclaba la sucia con la recién lavada y el polvo cubría muebles, figuras y libros. ¡Cuántos libros había en aquel dormitorio! A Darla siempre le había encantado leer. No importaba el género. Si tenía palabras lo leía. Si al final le gustaba el libro o si no era otra historia pero le encantaba leer y le encantaban los libros. Sus asignaturas favoritas siempre habían sido el arte, la literatura y la filosofía y alguna que otra historia, sobre todo si eran de civilizaciones ya extinguidas, y ahora que ya no estudiaba las echaba de menos. Había sustituido aquellas asignaturas por códigos. Darla ahora era cajera en un supermercado. Jefas a las que no soportaba, compañeras que la criticaban, normas que no comprendían, clientes que le gritaban…y todo eso por 600e al mes (4´50 la hora). El domingo era el único día de la semana en el que no tenía que hacerle frente a las jefas, ni a las compañeras, ni a las normas, ni a los clientes…

Darla volvió a centrarse en la pequeña pantalla del móvil. Nada. Ni un solo toque. Ni una sola llamada. Ni un solo mensaje. Eso no era lo raro. Lo raro era seguir esperando una llamada, un toque o un mensaje. Pero ella era así. Era un poco rara. En su cuarto hacía ya algún tiempo había colocado unos posters. Siete posters. Tres de ellos eran de caballos y cuatro de películas que le habían gustado. Daredevil, Spiderman, X-Men y El Señor de los Anillos. ¿El Señor de los Anillos? Pero si ni siquiera le había gustado esa película, ¿qué hacía ese poster ahí? Darla era un poco rara…no había otra explicación.

Todo estaba en silencio y su dormitorio aún no se había encendido con la luz de ningún mensaje. Darla se hubiese quedado mirando la pantalla de aquel pequeño objeto toda la noche pero al día siguiente tenía que trabajar y tenía que volver a enfrentarse a las jefas que no soportaba, a las compañeras que la criticaban, a las normas que no comprendían, a los clientes que le gritaban…Darla apagó el teléfono móvil, miró de nuevo aquel pequeño y poco profundo corte que tenía en su muñeca izquierda, lo tocó con el dedo índice de su mano derecha y se lo tapó con la manga del pijama. A su lado, junto a su cama, la mesita de noche con sus tres cajones y en uno de ellos escondido el pequeño pero afilado cutter de color naranja esperaba paciente una segunda oportunidad…lo más seguro es que no la hubiese pero ahí estaba por si acaso.