lunes, 24 de diciembre de 2007

Un agujero en la pared


El tiempo. Una palabra tan corta y tan poderosa a la misma vez. El tiempo puede hacer desaparecer las cosas más bellas y puede acabar con la relación más hermosa. Puede arrebatarte lo que más quieres y puede hacerte olvidar el recuerdo más querido.



Beatriz abrió lentamente los ojos. Estaba cansada, agotada. Todo a su alrededor estaba tranquilo y en silencio y la noche era tan clara y brillante que podía observar perfectamente cada rincón del cuarto en el que estaba.


Cuando Beatriz abrió los ojos lo primero que vio fue el techo de aquel cuarto. Casi no se podía apreciar el color pero se lo imaginó de un color blanco brillante como el techo de su dormitorio y por unos segundos pensó que se encontraba allí, en su dormitorio, durmiendo sobre su cama y metida en su pijama de ardillas que pocos días antes su nieta le había regalado por su cumpleaños.


Cielos…ya habían pasado 92 años desde la primera vez que abrió los ojos. Los había abierto en un hospital y puede que los cerrase para siempre en ese mismo lugar.Beatriz volvió a cerrar los ojos, aun sabiendo que ya le iba a ser muy difícil volver a conciliar el sueño. Miró a su izquierda y ahí estaba él. Su amigo. Su compañero. Su apoyo. Su Dani. Se había quedado dormido apoyado sobre su brazo, sin embargo Beatriz estaba tan débil que ni siquiera lo había notado. Beatriz alargó el brazo para intentar acariciar a Daniel. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de la humedad que cubría la mejilla de la persona a la que tanto quería y que tanto la quería a ella. “No pasa nada mi amor. Tranquilo. Duérmete mi niño que yo estoy bien.”. Beatriz se quedó observando a Daniel. ¡Cómo había pasado el tiempo!


Beatriz nunca había tenido el sueño fácil por lo que muchas noches se había quedado durante horas viendo a Daniel dormir. Daniel, en más de una ocasión, había abierto los ojos para comprobar si ella dormía y se la había encontrado observándolo fijamente. “Duérmete” – le decía. “No puedo”. “Inténtalo”. “Me gusta ver cómo lo haces tú”. “Duérmete. Que ya tendrás tiempo de observarme”. “El tiempo pasa muy rápido y puede que mañana ya no esté aquí”. “No digas tonterías. No te vas a morir mañana”.

Habían pasado más de sesenta años desde que tuvo lugar aquella conversación y ahora Beatriz no podía sacarse esas palabras de la cabeza. “No te vas a morir mañana”. Le venían con tal claridad que era como si Daniel se las hubiese dicho la noche anterior…y no era así!


Todo estaba tan tranquilo en aquella habitación que Beatriz podía escuchar su propia respiración, tranquila y pausada; incluso podía escuchar los débiles latidos de su agotado corazón. Beatriz cerró los ojos. Respiró profundamente. Su corazón latía con el mismo ritmo con el que lo hacía la aguja que marcaba los segundos en aquel pequeño reloj que alguien había colocado sobre la mesita de noche de aquel cuarto. Era como si ambos se hubiesen puesto de acuerdo para seguir el compás que llevaba el cuenta gotas de suero que de forma orgullosa se alzaba a su izquierda.


Beatriz pensó en aquellos sonidos. Cómo unos sonidos tan diferentes que no tenían nada que ver el uno con el otro se convertían en uno solo. Ella y Daniel también habían sido dos personas completamente diferentes que se habían convertido en una sola.


Beatriz aun no había retirado la mano de la cabeza de Daniel. Sus dedos sentían aun la piel de la persona que la había hecho tan feliz durante toda su vida, de la persona que además de amor, cariño y comprensión le había dado dos hijos maravillosos. Esa persona que siempre le había hecho reír con sus bromas y que ahora tenía el rostro lleno de lágrimas. “¿Qué va a ser de ti cuando yo ya no esté mi amor?”. De nuevo aquella frase…. “no digas tonterías. No te vas a morir mañana”. Beatriz apartó la mirada de Daniel. Miró de nuevo al techo y pensó “¿quién sabe? Quizá sí muera mañana”. Beatriz cerró los ojos dejando que una lágrima resbalara por su mejilla.



La noche de las hadas

El relato es un pequeño texto escrito en forma de narración que no posee la suficiente cantidad de páginas para ser considerado una novela ni tan pocas para ser definido como un cuento.No todo el mundo posee el maravilloso don de escribir grandes relatos (novelas o cuentos) pero muchos lo intentan pues aunque les falte ese don les sobra ilusión.

Este hecho es de sobra conocido por las hadas y como seres especiales y maravillosos que son se reúnen por las noches dispuestas a ayudar a todo aquel escritor que necesite una pequeña ayuda. Así, se posan en sus almohadas mientras éstos duermen y les susurran al oido historias maravillosas mientras son envueltos por la mágia que desprenden sus alas. Estas historias a veces quedan sólo en un sueño pero otras veces consiguen ir más allá.

Esta noche, como de costumbre, las hadas han vuelto a reunirse.....